LAS SAGRADAS RELIQUIAS


Las santas reliquias, según se entiende en el cristianismo, son los restos físicos de los santos o personas justas en proceso de canonización, puede ser parte del cuerpo o en sentido amplio también objetos que ellos han utilizado durante su vida, y en última  instancia los objetos que han sido tocados a sus reliquias.

El origen de la veneración a los despojos de los santos no es un invento de la Iglesia en los primeros siglos de cristianismo, sino que tiene hondas raíces en las Sagradas Escrituras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, en especial por la creencia en la resurrección y por la firmeza de que los cuerpos de los justos fueron en vida templos vivos del Espíritu Santo y estos a su vez resucitaran gloriosos.

Los textos bíblicos abundan al respecto: Moisés, al salir de Egipto, “…llevó consigo también los huesos de José, conforme éste había hecho prometer con juramento a los hijos de Israel". (Ex 13: 19). Dios manifestó la aceptación de esta veneración de las reliquias de sus santos con verdaderos milagros. Se nos cuenta, por ejemplo en el Segundo Libro de los Reyes: "Murió Eliseo y lo enterraron. Bandas de moabitas incursionaban cada año en el país, y sucedió que unas personas que llevaban a enterrar a un difunto, divisaron a una de esas bandas. Depositaron entonces al muerto en la tumba de Eliseo y se pusieron a salvo. Cuando el hombre tocó los huesos de Eliseo, revivió e inmediatamente se puso de pie. “(II Re 13: 20-21)

También en el Nuevo Testamento comprobamos cómo una mujer expresa su fe y obtiene la curación tocando la túnica del Señor. Jesús le dice que su fe (al tocar la túnica) es la que la ha salvado: "Mientras iba de camino, una mujer que desde hacía doce años padecía hemorragias, se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto pues ella pensaba: “Con sólo tocar su manto, me salvaré.” Jesús se volvió y, al verla, le  dijo: “Ánimo, hija; tu fe te ha salvado.” Y desde aquel momento,  la mujer quedó sana". (Mt 9: 20-22). En el mismo sentido vemos que los objetos tocados por el Apóstol

San Pablo obraban curaciones milagrosas: "Dios obraba prodigios extraordinarios por las manos de Pablo, hasta tal punto que imponían a los enfermos pañuelos o ropas que él había usado, y desaparecían de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos." (Hechos 19:11-12). No solo reliquias sino que hasta la sombra de Pedro curaba a los enfermos: "hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos." (Hechos 5:15) Dos versículos después vemos que los Fariseos, llenos de envidia ante los milagros, se opusieron a estas prácticas.

Dios, pues, puede concedernos milagros por intercesión de los santos, pero más importante es acercarnos a los santos para inspirarnos en sus vidas e imitarlos con el deseo de vivir también en santidad y llegar al cielo. Las reliquias son solo medios pero no el fin en si mismas, mas importante es la vivencia de las virtudes que los santos, en fiel imitación de Jesucristo, han dejado en legado a las generaciones de nuevos cristianos.

La veneración de reliquias en los primeros siglos de la Iglesia

La Carta de los fieles de la Iglesia de Esmirna en ocasión al martirio de San Policarpo, año 156 A.D. es representativa de la antigüedad de origen apostólico en lo referente a la veneración de los mártires y sus reliquias: "Tomamos los huesos, que son más valiosos que piedras preciosas y más finos que oro refinado, y los pusimos en un lugar apropiado, donde el Señor nos permitirá reunirnos".

Los primeros siglos, en especial durante las persecuciones, muestra el gran aprecio de los fieles hacia los despojos de los mártires ya que se les honraba y sepultaba con honor, su sangre incluso era recolectada y sepultada junto a su cuerpo. La santa misa era celebrada ad martyres, es decir junto o enseguida de los sepulcros de los testigos de Cristo, origen de la piadosa costumbre de sepultar reliquias de santos en los altares como símbolo de unión entre el sacrificio de Cristo renovado en el ara y el testimonio de los mártires que se unieron a este sacrificio perfecto de la cruz.

Nuestra cultura tiende a ser práctica y perder de vista el valor de los símbolos. Sin embargo, aun guardamos recuerdos de seres queridos. Para el cristiano esos son las reliquias de los santos. Así, pues, el estar delante de su sepulcro o de la urna que guarda sus despojos presenta una oportunidad de oración y meditación. El fundamento de la doctrina sobre las reliquias: Concilio Dogmatico de Trento.  Fundamental es la enseñanza del Concilio Tridentino, dogmatico y no solo pastoral: "También los cuerpos de los santos mártires y de los demás que vivían con Cristo, que fueron miembros vivos de Cristo y santuario del Espíritu Santo, que serán resucitados en algún momento para vida eterna y glorificados, deben ser venerados por los fieles… Se rechaza, por tanto, cuando algunos opinan que no se debe prestar reverencia a las reliquias de loa santos y que no sirve para nada que sean veneradas por los fieles como otros recuerdos. Estas opiniones han sido condenadas por la Iglesia y la Iglesia las condena ahora de nuevo" (Denzinger 985). Relacionadas están también las decisiones acerca de veneración de las sagradas imágenes del segundo concilio de Nicea (Dz 302), y el capítulo 62 del 4º Concilio Lateranense acerca del abuso de las reliquias. Los documentos subrayan que la Sagrada Escritura presenta casos cuando por las reliquias se realizaron milagros (2 Re 2, 14; 13, 21; Mt 9, 20; Hechos 5, 15; 19,12; Ap 6,9). También se mencionan las prácticas muy antiguas de la Iglesia (veneración de los sepulcros de San Pedro y San Pablo [Eusebio, Historia Eclesiásticas II, 25], San Jerónimo [contra Vigil,] y la piadosa reserva de las reliquias de los mártires.El culto de las reliquias es, como la Iglesia siempre subraya, un culto relativo, es decir, la veneración manifestada a las reliquias está en relación con la persona del mártir y de los santos que son venerables de por sí (Dz 302, 337, 985). La "ultima ratio" del culto de las reliquias es siempre la "excelencia divina que resplandece en todos estos diversos elementos".

La justificación del culto de las reliquias parte de una necesidad simplemente humana de respetar a la persona que ha dado muestras de santidad. Esto no excluye que las formas exteriores del culto de las reliquias hayan tenido variaciones diversas a través de los tiempos.

El Código de Derecho Canónico y las Reliquias

En el Libro IV, parte II, Título IV, correspondiente al culto de los santos, de las imágenes sagradas y de las reliquias, hallamos el canon 190 que dice:
“§ 1. Está terminantemente prohibido vender reliquias sagradas.
§ 2. Las reliquias insignes, así como aquellas otras que gozan de gran veneración del pueblo, no pueden en modo alguno enajenarse válidamente o trasladarse a perpetuidad sin licencia de la Sede Apostólica.
§ 3. Lo prescrito en el vale también para aquellas imágenes que, en una iglesia, gozan de gran veneración por parte del pueblo. “ Asimismo el Canon 1237, en su §
2, indica: "Debe observarse la antigua tradición de colocar bajo el altar fijo reliquias
de Mártires o de otros Santos, según las normas litúrgicas".          

Las reliquias en el culto litúrgico

Desde siempre los cristianos se han reunido en los aniversarios de la muerte de los mártires y santos para recordar su luminoso ejemplo e implorar su intercesión. Durante la persecución de los cristianos estos solían celebrar el santo sacrificio de la Misa en las catacumbas cerca o sobre los sepulcros de los mártires y de los santos. Estos lugares eran memoriales, es decir, lugar y circunstancias de la acción especial de Dios en los hombres. Recuérdese, por ejemplo, lo que se cuenta del padre de Orígenes que solía besar el pecho de su hijo bautizado para venerar la presencia del Espíritu Santo. Más tarde se erigían altares y capillas y hasta basílicas sobre o cerca de las tumbas de los mártires y santos como las basílicas de San Pedro y de San Pablo extra muros en Roma. En el siglo V conocemos el dato que a veces no se podía erigir la iglesia en el lugar mismo sino en otro lugar más apto. Se comenzó a trasladar las reliquias del santo a esta iglesia y se las colocaba en una cripta debajo del altar mayor.

No es nada más que una consecuencia lógica que también otras iglesias quisieran tener estos signos de estar unidas a la fe de los mártires y de los santos. Se desarrolló la costumbre de compartir con las comunidades que no tenían tumbas de los santos enviándoles algunas reliquias. Estas fueron encerradas en la piedra o la madera del alter mayor. Hoy en día el ritual prevé que el altar es consagrado por el obispo. Y en el lugar donde sobre el altar descansan los misterios del Cuerpo y Sangre de Cristo, se  abre una cavidad donde el obispo deposita las reliquias que luego son cubiertas con una piedra lisa de manera que forma un nivel plano con la mesa del altar. Esta piedra es fijada con argamasa. Todas las iglesias consagradas cuentan con reliquias en el altar mayor.

Para terminar queremos citar un pasaje de San Gregorio de Nisa que, tras ponderar la hermosura de los templos erigidos en honor de lo santos, escribe: "El creyente se acerca al sepulcro en la firme convicción que tocarlo ya es una santificación y una bendición. Si se le permite llevarse algo del polvo acumulado en el lugar de descanso del mártir, lo considera como un gran regalo. Y cuando se permite tocar las reliquias mismas, si esto fuera alguna vez posible para nuestra felicidad, sólo los que lo han experimentado saben cuánto hay que anhelarlo y cuán preciosa
recompensa es para aquel que ora" (PG 46, 740).

Y para nuestros hermanos evangélicos que tan temerariamente aplican la prohibición del Antiguo Testamento de la adoración de estatuas de dioses falsos a la veneración de los mártires y santos – hasta podríamos hablar de una calumnia y falso testimonio - les ofrecemos lo que escribió San Jerónimo ya en el siglo IV: "Nosotros no adoramos preocupados por no inclinarnos antes la criatura y no ante el Creador, sino veneramos las reliquias de los mártires para así adorar más y mejor a Aquel de quien son testigos" (Ad Riparium, PL 22, 907).

Clasificación de las reliquias

Las reliquias pueden ser clasificadas en:

1ª clase, se subdividen:
Insignes: El cuerpo o parte considerable de él (la cabeza, un brazo, etc.) y/o la parte donde recibió el martirio (si es que no es muy pequeña). Estas solo pueden ser custodiadas en Iglesias u oratorios públicos, salvo expresa autorización del ordinario que puede permitir que se conserven en oratorios privados. Insignes también se consideran las reliquias de la Pasión del Señor, aunque sean pequeñísimas. Reliquias de la pasión no pueden exponerse juntamente con reliquias de santos ni al mismo tiempo que al Santísimo Sacramento.
Reliquias no insignes o exiguas: un fragmento del cuerpo, cabello, piel, huesos pequeños, sangre. En general suelen guardarse en tecas, o relicarios sellados.

2ª clase: un fragmento de su ropa o de algo que el santo usaba durante su vida, también objetos asociados con el sufrimiento de un mártir. Estas reliquias a veces pueden estar en tecas o a veces adheridas a imágenes piadosas. Las reliquias de 1ª. y 2ª. clase, debidamente selladas en relicarios, pueden ser veneradas públicamente y expuestas a los lados del  altar en numero de 4 relicarios, durante la misa solemne, tienen que ser, para el efecto, reliquias de santo canonizados. Las reliquias de 2ª clase no pueden sepultarse en altar, así como las telas con sangre de mártires. Las reliquias de 2ª clase en estampas no se pueden exponer a publica veneración.

3ª clase: cualquier objeto que ha sido tocado a una reliquia de primer grado o a la tumba de un santo. No pueden exponerse a publica veneración y son consideradas devocionales.

Errores que se deben evitar en relación a las reliquias

1- Creer que las reliquias tienen poder por si mismas. Esto sería magia y superstición. Nuestra atención al venerarlas está en el santo.
2- Exagerar la importancia de las reliquias en la Iglesia. Las reliquias pueden ser  una ayuda a la fe pero no son parte central de ella.
3- Despreciarlas o dudar que Dios pueda utilizar sus instrumentos escogidos para hacer milagros según sus designios. ¿Acaso necesitaba Dios darle una vara a Moisés para hacer milagros? No. Dios no tiene necesidad ni de la vara ni de Moisés, pero Dios ha querido valerse de ambos.
4- Comerciar con reliquias, falsificarlas, explotar a los ingenuos. Sin duda se han cometido excesos de este tipo. San Agustín (+430) denunció a impostores vestidos como monjes que vendían reliquias falsas. El Papa San Gregorio (+604) prohibió la venta de reliquias y la profanación de tumbas en las catacumbas. A pesar de ello se cometieron muchos abusos por lo que los protestantes rechazaron las reliquias en general. El Concilio Dogmatico de Trento (1563) defendió la invocación a los santos, la veneración de las reliquias y las tumbas de los santos.

Dios continúa hoy haciendo milagros y se deleita de hacer muchos de ellos por la intercesión de sus santos. El poder venerar una reliquia nos ayuda a meditar sobre el santo como una persona real que vivió nuestras luchas en la tierra y está ahora en el cielo. Por todo ello, los creyentes veneramos las reliquias de nuestros amigos los santos e imploramos su intercesión.

No hay comentarios: